miércoles, 2 de mayo de 2007

Noche de ensueño para el Juan

Al Hueso

¡Si lo vieran los muchachos! El Juan erigiéndose alto desde la invisible morada de los dioses, adornada su cabeza por los laureles que se funden y confunden en su espesa cabellera. ¡Si lo vieran al Juan! Fumando un cigarrillo, ese cigarrillo, el del reláx, ese bálsamo posterior a la victoria, cuando el alma inicia el trámite de regreso al cuerpo. Detrás del humo se advierte una sonrisa corta y tímida como una mueca. Es la gloria, es esa brisa íntima que acaricia cada músculo y cada hueso. Es ese triunfo inexpugnable que no levanta banderas pero levanta la frente.
¡Si lo vieran al Juan en Olavarría! Sí, el Juan, el flaquito. Ese de voz pendiéndose en la cuerda de la disfonía , ese que de tanto quejarse ya labró un puchero en su boca, ese que al hablar se encorva con manos y espalda como un arquero desembuchando la fulbia. Sí, el Juan, recogiendo la gloria entre sus brazos, saboreando el néctar más preciado. ¿O acaso no era eso aquella rubia de la Facultad para Juan, y para el Peludo, y para otros tantos? ¡El Peludo! ¡Si el Peludo lo viera al Juan! Adueñándose de esos ojos, esas gotas de agua clara que como dos pinceladas celestes interrumpen ese lienzo cándido y perfecto que es el rostro de la rubia. Si lo viera el Peludo al Juan, si viera el vaivén de las manos transitando una y otra vez el cuerpo dócil y amable de la niña, el cuello virgen, el pecho impenetrable, el sexo infinito.
¡Si lo vieran al Juan! ¡Si lo hubieran visto ya en boliche! Porque, ojo, el partido vino bien de arranque. No fue dando lástima, o rebajándose. No, créanme que fue dando toque. Porque se sabe que no es lo mismo cuando uno desplegó sus armas, su recursos, sus credenciales y sus puñales, que cuando es de chiripa. Cuando de golpe vas caminando por la pista y te encontrás una mina que está peor que vos , y mirá lo que te digo, porque vos ya te empinaste dos tintos y tres vasos de fernet, pero la mina esta peor que vos, y agarra viaje sin que le preguntes: pone monedas en la máquina del boleto y ni pregunta a donde lo lleva. Como le pasó al Zurdo, que una vez se agarró una mina que estaba arruinada. Lo único que zafaban ,supuestamente, eran los ojos (“Eran violetas, como Elizabeth Taylor, te lo juro” diría después el Zurdito), pero de la curda que tenía , ni los podía abrir. La cosa es que el Zurdo se la cargó en la espalda—lo que es un decir, porque dado la generosa humanidad de la chica hubiera sido imposible-, nos pidió un billete a cada uno y se la llevó para un telo. Que pun, que pan, cuando estaban por empezar la joda, cuando terminaron las mollejas y trajeron la carne...la gorda cayó horizontal sobre el zurdo. Palmó. Y andá a depertarla. ¡Siete veces lo llamaron a la habitación para decirle que baje! Y tuvo que bajar solo, porque a la gorda no la despertaba ni la hinchada de Racing.
Pero volviendo al Juan, acá fue nada que ver. Entró con pelota dominada. Apenas encaró y en un tropiezo dejó caer un poco de cerveza. “ ¿Pelota dominada?” me dirá usted. Sí, le digo, porque la mina, que podría haber mordido los labios y girar la cabeza (porque las minas son forras, si te mandás una son lo más cruel, si quieren). Pero no, la mina sonrió. Y le hablo de una mina que cuando sonríe se te estruja hasta al última célula del cuerpo y cada patada en los huevos que te dieron en la vida recobra sentido: el sentido de ser hombre. “Nivel televisivo”diría el Grandote. La mina sonrió y eso es un empujón anímico incomparable, ¡determinannntee! diría el gran motivador Bambino. El Juan hizo un comentario boludo, como esos que se hacen cuando recién empezás a hablar con alguien. Porque no es nada más con las minas: es con cualquiera. ¿O usted conoce a un tipo y en vez de decir “me parece que va a llover” , agarra y le dice “la duda es la jactancia de los intelectuales”? No. Sacás tema y chau. El Juan le dijo una tontería y la mina respondió. Eso es clave. Porque la primer pregunta, el primer comentario es un vacío, un abismo inexplorado. Uno da el primer paso, se dirige a la mina, y no tiene la más puta idea de qué va a decir. Pero ya está en el aire y la pileta está abajo. Te podés cagar de frío, o al revés: nadar toda la tarde. Acá es lo mismo, como en los finales de la Facultad: si la primera contestás bien,listo. Entonces empezó a chamuyar que soy de Olavarria, sí, ¿conoces un chico de allá?, mirá vo, que ya termino la facu, que ella también ,que yo cursé algunas con vos, que sí, que lo ubica, que... ¡que lo ubica! Estruendo. Gol. Uno a cero. Que lo ubica, que se sentaba atrás en Sociología o en Relaciones Internacionales, vaya a saber, pero lo ubica. ¡Si lo vieran el Viejo, Nico! La mina que les contaba, esa que pasaba y ni la hora, lo ubica. Entonces , agrandado pero sin ostentación, más inspirado que entonado, improvisó la charla.
Le habló de todo, o mejor dicho, de cualquier cosa. De la carrera, obvio, pero también de bondis, de televisión, de que prefiere más AM que FM, de un puesto de panchos y de que por qué mierda los cuadernos anillados siempre se hacen pelota. Si, ya sé, usted me dirá que no es la forma más ortodoxa de parlarse una mina. Pero tampoco es asunto de caer en los lugares comunes. Claro, con Neruda, con Benedetti, con Becquer cualquiera. Con Becker, con Vilas y con Mc Enroe si querés. La cosa es hablar de cualquier pavada y que sin embargo no se pierda el objetivo final. Porque vos le podés estar hablando de que hay que pintar los zócalos de la pieza, pero siempre se cuela una miradita, una sonrisa, un aire, un silencio...
Y lo peor es que la mina lo estaba pasando bien. No era una euforia incontenible, pero se divertía, en serio. No estaba de reviente, o despechada porque lo dejó su novio de cuatro años y entonces hoy se iba a agarrar cualquier cosa. Bah, no sé. Pero si es así, no lo dijo. Y el Juan tampoco se iba a echar para atrás diciendo: “usted se confunde, yo no quiero ser segundo de nadie”. ¡Que no! Segundo, milésima, lo que quieras. Pero no, para mí la mina se divertía de lo lindo. ¡Si lo vieran al Juan! Parecía esos showman de la televisión yankee: un chiste, un remate con risas, un gag, un remate con risas. Sabía que era su momento, que era el partido de su vida, que nunca más, era el Tucumano Benetti contra San Martín, era el gol de Rojas contra Boca.
¡Si lo vieran los de la Facu! Todos esos revolucionarios de mate (ni siquiera café), cuyo papel más importante en la vida política es el papel afiche. ¡Si lo vieran! Con la rubia, cara a cara (y entre una y otra, imagine qué contraste). Si lo vieran. Contando algo de unas vacaciones pasadas y de golpe...húmedad, frío, calor, y más calor. El beso. Sello sagrado. Así, de una. Sin forzar la cerradura. Ella dejó la puerta abierta y el pasó. Y después, besos , y vasos, risas y abrazos. ¡Si lo vieran al Juan! ¡Se hacía el canchero, el superado...pero le temblaba hasta el orto! La besaba y se repetía para adentro “es natural, es natural, es natural”. ¡Chota que era natural ese accidente del destino! O mejor dicho, sí, era la naturaleza en su máxima expresión desplegando todo su menú de manjares a un tipo común, ignoto, ínfimo. Un poligrillo, diría el Peludo. Já ¡si lo viera el Peludo! Seguro que el feo ese debería estar más solo que Chilavert el día del amigo y el Juan, con la rubia.
Entonces cuando parecía que la noche se consumía, que el inevitable epílogo se escribía sobre las ajadas paredes del boliche, cuando el resultado parcial era ampliamente satisfactorio, vino el milagro. Porque Juan no dijo nada. No, qué iba a decir. Una mina así no es cualquier cosa. Mirá si te pasas de vivo y quedás en un orsay más grande que una casa. No, quedate piola, jugá de callado y conformate con lo que tenés , que a vos te alcanza y te sobra para comer un año, o dos. Pero vino el milagro, y ella dijo la vieja frase: “Vamos a un lugar más tranquilo, a tomar un poco de aire” ¡Ja, un poco de aire! ¿Cómo no va a ser tranquilo un lugar si lo único que sirven para tomar es aire! Lo que quería la mina era...bueno, usted me entiende. Juan se quedó atónito, inmóvil por un momento. Pero no mucho. Esas oportunidades no se pueden desperdiciar. Hay que estar atento. La dejás pasar un segundo y andá a cantarle a Gardel. Pero si la enganchás justito, sabés qué, tenés para toda la cosecha.
¡Si lo vieran al Juan todas las minas de su adolescencia! ¡Todas esas turras que no le daban ni bola, que le decían “salí”, y que a lo sumo, le preguntaban por el Gaby! Si lo vieran al Juan, todas esas mosquitas muertas de boliche, el Juan se fue con la rubia al departamento. La cagada es que el tipo ni lo había ordenado, porque qué miércole se iba a imaginar que la noche iba a terminar así. Honestamente, el departamento había quedado hecho una pocilga. Pero la urgencia y la oscuridad lo disimularon todo. Porque apenas abrió la puerta, la mina lo arrinconó contra una pared y empezó el cachengue. ¡Usted se preguntará que carajo le pasaba la mina para estar de esa manera y con este tipo! ¡Que se yo! Mirá que será inoportuno usted, preguntarse eso, justo ahora que se ponía bueno el asunto.
¡Si lo vieran al Juan! Estaba hecho un toro, un semental. Porque claro, como la enganchó de entrada, no le pasó como otras veces que rebota con una mina, y encaja un vaso, rebota con otra, se encaja otro vaso, y a sí al final de la noche tiene un pedo para mil. No, acá tenía el cuerpo aceitado con la medida exacta de alcohol, esa que desinhibe pero no tumba, esa que retarda la llegada pero que no abandona. Y el vals incesante. Y el grito indecente. Y el fuego incontenible. Y gol. Golazo. Gol de campeonato. Corrida, alambrado. Vuelta olímpica, copa, medalla.
¡Si lo vieran al Juan! El cigarrillo. Detrás del humo, ella tendida y extendida en la cama. Entre los escombros del exceso y las penumbras, dormida, expide un aire inasible de contundente belleza. Él ,acostado a su lado, pretende ignorarla por un instante, pero nuevamente sus ojos la recorren, la cubren y la descubren, la acarician y la esculpen con paciencia infinita y orfebre. El cigarrillo. El tibio vacío del crimen cometido. Ella duerme y él repasa silenciosamente casa instante, cada imagen, reteniéndolas para que no se escapen, para que no se olviden. ¡Si lo vieran al Juan!!Si lo vieran los muchachos, si lo vieran en Olavarría, si lo vieran el Peludo, el Viejo, Nico! ¡Si lo vieran todas las minas que le dijeron que no! ¡Si lo vieran los de la Facultad!
¡Si lo vieran al Juan con la rubia! ¿¡Qué mierda lo van a ver al Juan con la Rubia!?Si el boludo se quedó dormido otra vez en el sillón con el televisor prendido, soñando con imposibles, anhelando bailar con la más linda, imaginando que al menos una vez no se va a dormir solo.

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