miércoles, 2 de mayo de 2007

No es él: soy yo.

Al “Viejo”

Si pudiera lo dejo. Pero ya saben como es esto: nadie es dueño de sí mismo. Ni siquiera el de arriba, siempre preso de su culpa y soledad. Y no es que no lo quiera. No, me parece un pibe bárbaro. Simpático, de buen humor y con un corazón enorme. Lindo, lo que se dice lindo, no es. Pero a mi eso, si me conocen, sabrán que no me importa.
Lo que me molesta es la rutina. Siempre los mismo días de la semana, a las mismas horas. Toca el timbre, salgo a la puerta y me lleva a dar una vuelta por ahí. La primera vez – no lo voy a negar- la pasé bien. Se nota que él estaba nervioso y quería impresionarme. Entonces caminamos un rato largo y el me trataba tiernamente. Hablándome y hasta cantándome. Esa música que el gusta a él, claro está. Me parece que canta bastante bien, aunque yo de cantar no sé nada: yo ladro, directamente.
Pero ya pasó un mes de aquella vez y la relación me empezó a cansar. Lo que pasa es que yo no tengo a nadie. Acá en casa nunca tienen tiempo para mí y no tengo amigos ni amigas. Entonces la soledad suele obligarnos a conformarnos con cosas no deseadas.
Tampoco quiero ensañarme con él. No es él: soy yo. Aunque si pudiera lo dejo. Pero ya saben como es esto: nadie es dueño de sí mismo. Y mi dueña, esa vieja que no tiene tiempo para mí, prefiere pagarle a un pibe para que me saque a pasear.
Un día de estos corto la correa y me escapo.

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