miércoles, 2 de mayo de 2007

El gol del honor (Al Glorioso Yi En Si)


¡¿Cómo va anular ese gol, juez?! Dígame cómo. Si era un gol, apenas uno, nuestra ansiada meta. Un gol nomás. El del honor. Un gol como daga filosa que corte la red de burlas y críticas. Un gol como una armadura de orgullo, como un escudo de fe, para cabalgar la tabla de posiciones con la frente alta llenos de valor e hidalguía. Un gol. ¿Cómo va a anular ese gol, juez?
Usted dirá que era una quimera, una utopía. Un imposible. Que nosotros con este equipo no teníamos cara en presentarnos, que somos el hazmerreír del torneo. Y dígame ¿en qué se basa para esas acusaciones tan hostiles? No me diga: en las estadísticas. ¿Diecisiete goles en contra y ninguno a favor en tres partidos? Bueno, pero usted y yo sabemos que las estadísticas mienten. Y si no, mire Holanda del setenta y cuatro: segundo salió. Y era un equipazo. Sí, si, si, no me apresure. Ya sé que nosotros no somos la naranja mecánica. Pero le juro- por la constitución, por Dios y por la patria, si quiere- que no éramos tan malos, juez .Que no somos, mejor dicho. Antes de arrancar el torneo aspirábamos, no digo a la vuelta olímpica, pero tampoco a la vuelta del perro. Porque le reconozco que nos han paseado. Pero entienda, nos faltó pretemporada, y eso se notó, sobre todo en el primer partido. No sabe lo jodido que es remontar un “cero- ocho” en el debut. Ese resultado nos condicionó para todo el campeonato.
Por eso ¿Cómo va a anular ese gol, juez? El trabajo de la semana, la ilusión intacta de dar un batacazo o al menos, despojarnos de esta terrible cruz que es la risa ajena. ¿O usted no sabe lo feo que es que sus colegas se le rían en la cara? ¿Acaso sabe la bronca, y el rencor, y la angustia, que se acovachan acá en el pecho cuando viene el Huevo y sus jugadores y se te ríen mientras te están dando una zurra de aquellas? El Huevo, juez, el del equipo ese que todos corren, y putean, y corren y putean. Esos que viven por y para el torneo. Pero nosotros también nos lo tomamos en serio. Usted podrá decir que algunos toman en serio. Y ...sí. Pero bueno, los problemas alcohólicos de mis compañeros no los vamos a resolver ni usted ni yo, juez .O sí. ¿O usted no imagina lo bien que le haría a esos corazoncitos de casi veinticinco años, que canalizan sus miserias y fantasmas a través de una botella, ganar un partido? O simplemente, meter un gol. Uno solo.
¡¿Cómo va anular ese gol, juez?! ¡Dígame cómo! Si hasta habíamos preparado un festejo por cada integrante del equipo. ¡Once festejos, mi viejo! Casi contratamos a una coreógrafa. Era el final de la angustia, de la degradación. Era gol. Si cuando el Duende tira un caño, y le rebota al rival, y el Sacha la agarra, y se la quiere pasar a Mati, pero le pifia por quince metros, y entonces quedo yo solo frente al arco, y yo que siempre fui arquero, pero ahora no, y la tenía a la redonda ahí, servida con fritas y gaseosa, boyando, deliciosa, sumisa, entregada, eso, entregada, y la empalmo de volea , una volea que ni le cuento, y la pongo en un ángulo, créame , en un ángulo, y la red se infla orgullosa como se infló el pecho, y el equipo estalló en un gritó afónico y eufórico, como un orgasmo múltiple, y nos poníamos “uno- cinco” abajo, y era el final de la mala racha, juez, le juro, juez, yo estaba habilitado. ¡Habilitadísimo!
¡¿Cómo va anular ese gol, juez?!Claro, por ahí usted sentado en ese estrado, y sabe de leyes pero no tiene la menor idea de fútbol. Pero se supone que ese juez de línea sí tendría que saber. ¿Cómo el tipo ese va a anular el gol, señor juez? Por eso , señor juez, fue que tuve que buscar la navaja que siempre llevo en el auto- por cualquier cosita que haya que arreglar, ¿vio?- e irremediablemente matarlo. Ahí, delante de todos. Hundiéndole la navaja ante la mirada estupefacta de los rivales y la desazón de mis compañeros, gritando desaforado “ ¡Baja la bandera, hijo de perra!”. Lo tuve que matar. Aunque por ello me pierda el próximo partido, y probablemente, los siguientes veinte o treinta campeonatos.

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